The cinema marks the agenda of the public conversation

The newspaper La Nación published today an article by our consultant in Crisis Communication, Juan Pablo Cannata, in which he develops how the entertainment culture is generating a redistribution of relevances.

By Juan Pablo Cannata  | For LA NACION

El cine marca la agenda de la conversación pública

Días atrás, tuve la oportunidad de pasar por Madrid y encontrarme con una investigadora de la Universidad Complutense que ha estudiado la relación entre la películas de Pixar y las experiencias emocionales de niños y niñas. Entre otras cosas, descubrió que muchos chicos se enfrentan por primera vez con la muerte en los contenidos de la ficción, por ejemplo, cuando lloran a la madre de Nemo o a la señora Ellie en Up. En la sociedad postsecular, que ya no resuelve el asunto enviando a los difuntos al cielo, este dato no es menor y contrasta con los tartamudeos incómodos que algunos adultos sufren cuando uno de los pequeños de la familia acomete con preguntas sobre la muerte. La cultura del entretenimiento está generando una redistribución de relevancias y la ficción audiovisual se vuelve cada vez más presente y central.

Sumado a su impacto directo, las series y películas marcan, de tanto en tanto, la agenda de la conversación social. Madrid y muchas otras ciudades del mundo, incluida Buenos Aires, están literalmente empapeladas con los pósters de Cincuenta sombras de Grey, en un fenómeno de megavisibilización de un tema que, medio siglo después de la revolución sexual, se sigue considerando tabú en el escenario público: el sexo sadomasoquista. Independientemente del libro o del visionado del film, casi nadie ha podido quedar fuera de esta discusión detonada por la película y que, en los medios, ha derramado por fuera de las secciones de espectáculos o crítica cinematográfica.

Las series y películas marcan, de tanto en tanto, la agenda de la conversación social. Las noticias nos hablan de las fantasías de los porteños, de las nuevas discusiones entre madres e hijas, de la relación entre ficción y realidad, de lo que los hombres podrían aprender de Christian Grey, de la violencia o la visión de la mujer frente al sexo y un largo etcétera. Esta esfera de discusión es independiente de la relación con el contenido original y llega a los lectores o a la audiencia entremezclada con las voces de expertos, agentes del sistema de producción de ficción -actores, directores, productores, distribuidores, críticos- e, incluso, gente común que cuenta sus experiencias o testimonios.

Los sociólogos suelen afirmar que la visibilización tiende a incrementar la aceptación y normalización de conductas. Por esto, la discusión pública sobre los temas que ofrece la ficción cumple un papel importante en la provisión de un marco crítico de análisis. Si periodistas y editores se dejan llevar por la rutina o la desatención, podrían contribuir a consolidar una imagen del sexo proveniente de la construcción de la elite cultural, comercial y artística, pero no de agentes formalmente más legitimados, como instituciones científicas y morales. Ya han aparecido algunas organizaciones feministas que promueven una discusión seria sobre la imagen de la mujer y la relación entre consentimiento, violencia, abuso y reproducción de estereotipos, pero sería deseable que esta perspectiva tuviera más cobertura. La salud de muchas adolescentes está en juego y la dinámica de la curiosidad envuelta en la retórica del desvelamiento de lo oculto-prohibido cuenta con mayores recursos de pregnancia que el discurso médico y ético.

El cine se ha convertido en uno de los mecanismos más eficaces para dirigir la discusión pública sobre prácticas sociales de la vida íntima y familiar. Direccionar esa energía de la ficción hacia un proceso positivo es un gran desafío del sistema de medios para contribuir al interés público y dar luz a marcos y contenidos que vayan al servicio de los ciudadanos.

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